Los inputs con los que competimos en Internet no son productos o servicios: son contenidos. Nuestros posibles clientes buscan aquello en lo que están interesados escribiendo palabras en buscadores y «aterrizando» en contenidos. El éxito de una web de empresa reside en la capacidad para conocer las necesidades de los clientes y ser capaces de satisfacerlas a través de unos contenidos atractivos. Para convencerles de que nuestra oferta es la mejor opción y motivar su compra, los contenidos de la web deben ser relevantes, en el sentido de interesantes y útiles, estar adaptados a sus necesidades, y deben transmitir claramente el beneficio, así como motivar a la acción del posible comprador.
La organización y, sobre todo, la creación de los contenidos suponen un esfuerzo y una dedicación significativa. Cuando el consultor informático solicita a la empresa los contenidos, la respuesta habitual es que nadie tiene tiempo, ni ganas de lidiar con la complejidad de buscar, seleccionar, preparar y redactar contenidos. Es una labor que se suele dejar para el último momento y se acaban entregando contenidos poco o nada adaptados al medio Internet como el volcado sin más de un catálogo, un informe de empresa o una memoria de actividades. El resultado es como vender caramelos ofreciendo sólo el envoltorio pero sin nada o muy poco dentro. ¿Quién los compraría?
No sólo es importante dedicarle la atención y dedicación necesaria para crearlos y estructurarlos sino además mantenerlos. La web debe testarse e ir eliminando, modificando y añadiendo contenidos que mejoran su eficacia. Nuestra clara recomendación es que no se deje en manos del diseñador o el programador la labor de redactar y organizar los contenidos. Hágalo usted o al menos alguien con voluntad en el departamento de marketing.